ALBA
Alba miraba el
cielo
en una noche
inmensa.
Sin luna,
sólo algunos racimos
de estrellas brillaban
desde las hondas entrañas
de los rincones del tiempo.
Alba miraba absorta,
encandilada,
sus ojos, sus labios,
sus manos claras,
todo se disolvía
de forma tranquila
en la luz de
fondo del Universo.
Con cada giro
de sus ojos,
Alba viajaba
por la historia del tiempo;
con cada latido
de su pecho,
toda la materia
reverberaba.
Poco a poco,
se
fue abriendo Alba
a algo que
nunca había sentido:
el vértigo amable de disolverse
en la luz que reverbera
entre la materia más negra
del universo infinito.
ALBA Y LAS ROCAS
Alba miraba ensimismada
las grandes rocas,
en la puerta del bosque.
La quietud y la consistencia
de las grandes moles de piedra
hechizaban sus sentidos.
Alba había leído
que las rocas son materia inerte,
carente de vida...
Pero también sabía
que en las entrañas
de aquellas piedras latían
las mismas partículas
que conforman el Gran Universo.
Alba alargó los dedos
hasta sentir en sus yemas
la superficie rugosa y fría,
y sintió la paz que emana
de la profunda alianza
con todas las criaturas
del universo
Ahora Alba descansa
mirando a través de las rocas,
más hondo,
y más lejos
ALBA, LAS NOTICIAS Y LA VIDA
Esta vez, los ojos de Alba
miraban enrojecidos las noticias.
Las palabras se desvanecían
entre imágenes de guerra.
Lo que más le dolía a Alba
era sentir que en su entraña
se libraban las mismas batallas
y morían las mismas muertas:
el miedo contra la confianza,
la violencia contra la concordia,
la angustia contra la vida.
Ignorar lo que nos cuentan
es tan inútil como creer
lo que nos dictan
los grandes hombres que habitan
en la torre de control
del paraíso imaginario.
Alba bajó las manos
acariciando su vientre.
Su hija viviría en un mundo nuevo,
nacido de un parto diferente.
Y ya sin miedo,
alargo los dedos
hasta sentir en ellos
la magia de lo que emerge.
ALBA Y LA GUERRA.