lunes, 29 de noviembre de 2021

TU CUERPO Y EL BOSQUE


Las luces de las calles se reflejan en las aguas, apenas hay corriente.
 

La marea está en su punto más alto, en ese rato de equilibrio. Ni una brizna de viento. Se respira paz. 

La tregua, breve, entre el río y el mar se expande como una ola de calma por todos los rincones del pueblo.
 
Se intuyen el valle y el bosque.

Mañana me perderé entre sus caminos, correré por sus más abruptas pendientes, sudaré y mi sudor se mezclará con el aliento del río y acabaré, como siempre, empapado. 

Me espera un remolino de agua brillando con la luz que se cuela entre nubes y ramas. Y la garza, y algún corzo despistado, y el sonido del río precipitándose, rabioso, al cercano mar. 

Cuando me pare a contemplar el paisaje, el de siempre, una mano amiga habrá dibujado en el bosque juegos de luz  diferentes a los de ayer o a los de la otra semana; sonidos, olores, la misma forma de mirar de mis ojos, renovarán para mí el paisaje de todos los días. 

Y el rito se cumplirá de nuevo: primero sudaré a mares recorriendo las breves montañas que bordean el valle; gozaré de sus olores, acariciaré sus pezones oscuros, buscaré los caminos más íntimos para llegar a los lugares más alegres de tus ojos y en tu boca me desangraré despacio, cumpliendo cada etapa de este recorrido encendido y delicado. Y desde las montañas bajaré hasta el centro de la corriente, correré por las grandes rocas de la orilla, sortearé como pueda las zonas de rápidos y en los vericuetos donde el río se encajona escalaré con la técnica más audaz y depurada hasta encontrarte. 

Volveré como siempre, mojado, agotado, amado, con los sentidos colmados de placeres que se renuevan cada vez que entro en el bosque y en tu cama.

Tu cama y nuestra cuna

 ¿Ya no recuerdas
la llamada de mi lengua
a las puertas abiertas
de tus regiones más íntimas?

Abrías para mi
el camino a tus secretos
y yo avanzaba por tu cuerpo
entre tormentas de vida.

Tormentas de luz y de dicha
con explosiones lascivas
que desbordaban de placer
los límites de los sueños.

Aquellas tormentas rojas
de las que huían 
los amantes escrupulosos,
y que buscábamos,
ansiosos,
con cada ciclo de la luna.

Tu cama y nuestra cuna,
donde renacimos a la alegría
más pura
de los cuerpos que se desean.

Donde sea que estés,
todo mi ser te anhela.


Avanzamos...

 
Nosotros avanzamos
en el más hondo de los sielencios,
esperando a que llegue el momento
de dar el gran salto.

Somos muchas, 
más de lo que parece,
hombres y mujeres esperanzados...
Que sabemos  que la fraternidad
no está conquistada,
que el miedo y la mordaza
acallan las buenas noticias,
que sabemos que hay muchos
 soldados y periodistas
protegiendo con sus armas
y justificando con su  firmas
este estado estacionario
de las bombas y de la muerte.

Aún así, somos muchas.
Y esa cumbre luminosa
de la hermandad en la vida,
poco a poco,
y a pesar de las heridas,
lograremos conquistada.




Lo perdido y lo encontrado

                                                          

Hoy, 
que todo lo que nos rodea
parece temblar,
y amenaza con desmoronarse
ante el más leve soplo del viento,

siento, 

sobre todo,

que la mano amante
no me recorre,
que la boca ansiosa 
no me besa,
y que no estalla 
la belleza
de un suspiro placentero.

Miro al mundo y recuerdo
aquellos besos en la montaña,
los placeres 
en la noche estrellada
que nos llenaron de vida.

Y esa energía
de amores resueltos
que cuestionaban con su delirio
un mundo herido
 por el sopor de sus excesos:

los excesos de la patria libre
y los del libre mercado.

Hoy te siento,
más viejo y cansado,
en la nueva risa 
que ilumina la vida
y sus caminos tan extraños.