jueves, 17 de diciembre de 2020

En la evaluación...

Las evaluaciones telemáticas es lo que tienen: te puedes sentir en una evaluación de los años 70 y puedes permitirte liberar las emociones escribiendo ésto:


 

"Le pone ganas y trabaja, pero estudiar no es lo suyo";

"nunca debió dejar el campo, en los libros se pierde mucho."


Sus ojos se iluminaron con el llanto contenido,

sus labios sonrieron

como se sonríe a la muerte cuando llega,

ella soñaba con ser maestra

y ayudar a liberar conciencias

de las garras del capitalismo.

Pero ¡Ay! en su instituto decían

que el nivel no le daba.

Y ella lloraba con  lágrimas de rabia,

y también se decía

"sí que puedo"

"solo tengo que adaptarme a ellos,

a ese sistema que sueño con cambiar un día."


Ojalá sobrevivan sus ojos de estudiante

y sus manos campesinas,

ojalá que en la dura batalla por el bachillerato

no le venda el alma al diablo;

y que el sistema no mate para siempre

el brillo de sus ojos y la determinación de sus manos.





domingo, 30 de agosto de 2020

CAMBIO INTERIOR Y CAMBIO COLECTIVO, UNA SIMBIOSOS IMPRESCINDIBLE.

 


 El filósofo Jorge Reichmann ha bautizado al  S.XXI con el nombre de "el siglo de la gran prueba". Y nada más empezar el siglo, una fuerte crisis económica, manifestación de otra mucho más profunda, la crisis ecológica, sacudió los modos de vida, sobre todo los de las sociedades occidentales. A esto hay que sumar los conflictos geopolíticos que sacuden el mundo, desde los tradicionales en Oriente Próximo hasta otros más novedosos, como la guerra de aranceles que inició EEUU,  el Brexit en la UE, recientemente se ha reactivado el del Alto Karabaj, o el menos seguido en España de "las islas del mar de China Meridional". Esta retahíla de conflictos diplomáticos, políticos y aún militares, que podríamos extender durante muchas más líneas, indica un cambio en los equilibrios de poder en el mundo, en el interés geoestratégico de las diferentes regiones del planeta, y añaden un extra de violencia al desequilibrio sistémico en que vive sumida la civilización humana. 

Esta situación global se puede analizar desde diferentes puntos de vista intelectual e ideológico, pero para hacerlo, es necesario un cierto conocimiento sobre el funcionamiento de la vida, del mundo, de los sistemas económicos y de las sociedades humanas. Conocimiento científico, político, económica e histórico integrados de manera holística, para generar más comprensión. Dicho conocimiento no está vetado (al menos del todo vetado), pero sí permanece tapado por la montaña de informaciones y contenidos que conforman el menú habitual de la cultura occidental. Y fragmentados, para que iluminen menos la perspectiva de la gente. Para acceder a dicho conocimiento, y a su integración en explicaciones sistémicas, hay que partir de inquietudes previas. Por las vías tradicionales, la escuela y los medios de comunicación, lo que nos va a llegar es "la montaña" de información y fragmentación de saberes, que esconden los contenidos referidos a la crisis. Por tanto, podemos afirmar, que esos conocimientos NO están censurados, pero que NO están, ni mucho menos, socializados. 

Además, hay una novedad emergente en nuestras sociedades: la intuición (para las mayorías) de que el modelo de mundo dominante está agotado. La crisis, la que se intuye aunque poco se sepa de ella, la que una inmensa minoría venimos señalando desde hace tiempo, empieza a tener fuerte presencia en la conciencia colectiva.

Aquellas cosas que se intuyen pero no se racionalizan, que no se estudian ni conocen, suelen  tener efectos adversos en la psique individual y también en la colectiva.  La intuición de crisis sin los contenidos intelectuales necesarios para analizar dicha intuición, generan desconfianza en el sistema. Esa desconfianza, mal gestionada, lleva a una enmienda a la totalidad de nuestra cosmovisión. Y sobre todo, al desasosiego de muchas personas, al estrés de fondo, a la ansiedad, al miedo. Como en una película de terror, se intuye que va a pasar algo, algo malo, pero no se sabe el qué ni el porqué y ni mucho menos, como reaccionar.

En los últimos años, en las sociedades occidentales, han adquirido auge y notoriedad disciplinas de interiorización, como el yoga, el mindfulness o la meditación vipassana. Estas prácticas derivan de otras más profundas ligadas al budismo o a otras religiones orientales, aunque en occidente se sirven, mayoritariamente,  desprovistas de sus contenidos religiosos y de los preceptos éticos que originariamente promueven. Los intentos que hay de hacer un mindfulness social, se diluyen en el mercado de las prácticas de relajación. Se imponen explicaciones como técnicas de gestión de la mente, como herramientas para minimizar el estrés e incluso para mejorar la productividad (mindfulness corporativo, por supuesto el mejor pagado) o en el mejor de los casos, como sistemas de profundización en nuestra conciencia y de ampliación de la misma. Y seríamos injustos no reconociendo la labor de tanta gente en hospitales, ayudando a sobrellevar el sufrimiento con prácticas de mindfulness gratuitas.

Con la crisis, todas estas herramientas podrían servir para ayudar a la gente a gestionar la desazón que se está generando. Tal vez ayuden...o no. 

El calado y profundidad de la crisis, la manera en que se nos manifiesta, con elementos intuitivos muy nítidos operando sobre una población a la que se le esconden (no niegan, pero sí esconden) informaciones cruciales para interpretar el mundo. La incapacidad de la política de partidos para trascender el marco sistémico, es decir, el capitalismo, con sus dogmas tan arraigados en la psique colectiva, que parece imposible que nos desatemos la soga que tenemos atada al cuello y que nos conduce, cada vez con más velocidad, al fondo de los abismos. La no existencia de una alternativa ya creada, teorizada a la que dirigirnos colectivamente, el reto de tener que cambiar lo que se derrumba sin la claridad de conocer el recambio. Todo un complicado entramado que está generando más angustia y dolor, más miedo y más reacciones extemporáneas, de las que podemos gestionar con las prácticas de interiorización personales.

 ¿Y eso por qué? porque los tiempos que vivimos, exigen cambios interiores en las personas y cambios colectivos en las sociedades. Porque ya no podemos desligar por más tiempo nuestra implicación en esos cambios colectivos. Porque ya no sirve militar en un movimiento social o político alternativo sin indagar al tiempo en nuestra conciencia, ampliando con esa indagación nuestra humanidad. Porque ya no podemos indagar en nuestra humanidad, sin conectar con la sociedad y con la cultura que en estos tiempos encarnan dicha humanidad. Porque ser humanidad, implica formar parte de la trama de la vida, no estar sobre ella, y esa conexión no puede ser solo intelectual, también implica los niveles más profundos de nuestra conciencia.

Ha llegado el momento de trabajar en profundidad sobre nuestras raíces, de profundizar en nuestras mentes y reconectar con nuestra humanidad más radical y más plena. Pero para que eso se produzca, es imprescindible implicarnos en el desarrollo de la conciencia colectiva, de la conciencia crítica de especie (Eudall Carbonell), por que nuestra humanidad sólo se realiza plenamente en la vida social y comunitaria. En la transformación amorosa y solidaria del mundo.

Cada quien tendremos que encontrar nuestro camino, aquél en el que nuestras aportaciones y nuestra plenitud se abrazan. No es el mismo para todas las personas, pero nos ha de llevar por una misma ruta: la de superar los dogmas de un sistema con tentáculos en nuestra psique, en la vida económica, política, cultural y jurídica y cuya continuidad, por mucho que nos duela admitirlo, es incompatible con la viabilidad  de nuestra especie.

Para cambiar el mundo tenemos que cambiar a nivel interno y para cambiar a nivel interno, tenemos que implicarnos en el cambio del mundo. Y hacerlo con rigor y profundidad, sí, pero sobre todo, con amor y alegría. El odio nutre al sistema dominante, no hay que olvidarlo.







 


lunes, 10 de agosto de 2020

Soledad en la lucidez.



La ausencia que más duele
en estos días inciertos
es la de una esperanza
 a la que aferrarse,
 que resista los fuertes vientos.

Soledad en la lucidez de una conciencia
que mira con estupor éste tiempo,
y añora la voz de la prudencia
y la luz del conocimiento.

Lejos de los mercados,
porque de ellos nacen las guerras,
lejos de sus miserias,
la soledad arrecia
y se disfraza de desprecio.


Soledad consciente
del desgarro doliente
en la ruta hacia al infierno.

Ojalá se alumbre una nueva era
con una voz más humana y completa:
la de las personas que aman,
la de las personas que piensan.
 

lunes, 3 de agosto de 2020

La Voz


Hace unas noches soñé que una voz, la de no sé quién,

me hablaba de los secretos del universo.


Me decía, la voz,

“el universo que percibes, con sus galaxias, planetas y estrellas 

es una imagen incierta de una realidad inmensa, 

no infinita, pero tan inmensa que es como si fuera infinita.


Esa imagen dinámica y fija,

dinámica porque está cambiando a cada instante

y fija, porque tu cambias en ella y no percibes los cambios desde tu posición,

a menos que sepas mirar más allá de lo aparente;

esa imagen negra y brillante, silenciosa y llena de música,

viva y muerta, esa imagen, me decía la voz,

refleja tantos universos como criaturas 

viven, han vivido y han muerto en este planeta,

y  en otros planetas que no están ni en este lugar ni en este momento.

Criaturas que escribieron sus caminos 

entre los infinitos caminos del espacio-tiempo."


"Es curioso- me decía la voz-

curioso para la mente humana, tu mente,

que en un universo inmenso haya contenidos infinitos.

Como entre dos números concretos, como el uno y el dos, hay infinitos números,

entre los límites del universo inmenso hay universos infinitos.

Y es que con cada opción adoptada hay infinitas no adoptadas.

Con cada opción elegida quedaron infinitas posibilidades  por  elegir,

que generan infinitos universos,

que caben en un universo inmenso,

 ilimitado, pleno, expansivo.

 Ahí todas las vidas que han existido tienen su registro,

 todas las opciones que nunca fueron realizadas tienen su espacio,

todas las totalidades, todas las nadas, nirvanas, seres…Todo…”


“A veces, cuando miras al cielo a simple vista

 –la voz continuaba-

ves estrellas, planetas o la galaxia. No ves nada…

Esos objetos representan lo que fue, lo que pudo ser, 

lo que pudo ser y desde ahí fue,

y lo que pudo ser pero no fue elegido.

Todo se enlaza. Todo se une y todo se cambia”


"Cuando mueras, un nuevo universo acogerá tu vida.

Y luego otro y otro…

Hasta que tantas opciones y tantas derivas infinitas

 colapsen las fronteras que no existen,

y una explosión mezcle todo de nuevo 

en un instante infinito pero contenido,

 en un punto,

 y con un nuevo estallido de potenciales infinitos,

 el ciclo sea retomado”.


“Viajar por ese inmenso espacio es posible, es la vocación del ser humano. 

Recuperar las opciones en otro universo, vivir otros tiempos en otras galaxias...

Pero sin saber que hubo otras vidas, sin recordar otras opciones, 

otras comprensiones. 

Sin saber nada.


Saber y comprender solo es posible desde el silencio.

Renunciando al saber, escuchando la voz. 

Muriendo para el conocimiento

 y renaciendo a cada ciclo,

hecho silencio.


No hables de mi, me dijo la voz,

Solo escribe en verso.

Que  nadie te crea.

Solo inspira.

Solo eso.

jueves, 16 de julio de 2020

Pedaleando entre dudas, hacia la plenitud de la vida.






Avanzamos en silencio
por caminos llenos de ausencia;
 la de las víctimas
que ha dejado entre los campos
este tiempo de pandemia.

Se sentía su vacío
como un miedo ligero
que se espanta con mascarilla,
como una mirada furtiva
a quienes venimos de lejos.

Pedaleamos ligeros,
la soledad de esta tierra es alucinante:
no hay coches, no hay bares,
ni apenas hoteles rurales
con las puertas abiertas.

Al fondo un paisaje ondulado
de robles y encinas
a cuyos pies la crece la hierba,
ya amarilla,
y los cardos esparcidos
por el paisaje
dan un toque de verde y espina.

Avanzando por la carretera
se perfilan al fondo
montañas y colinas,
pero sobre todo la fuerza
de la ausencia,
la dureza de la duda,
y la luz de fondo 
de la grandeza de la Vida.





jueves, 2 de julio de 2020

Una mujer clara




Detrás de una leve muralla

recién levantada

para prevenir contagios,

viven unos labios

que inspiran pasiones

soñadas de soslayo.


Y por encima, 

los ojos claros,

enmarcados en trigo.


Ese amarillo castaño

que vuela con la más leve brisa

y llena de dicha

las partículas más livianas

de sol y de viento.


Detrás de todo

estás tu,

sonriendo.


jueves, 11 de junio de 2020

Unificación.




La ley de la polaridad;
de la tensión entre dos polos opuestos,
surge lo complementario.

Si negamos uno de los dos polos,
nos negamos 
el camino no marcado
que lleva a la plenitud.

Bueno y malo, 
enferma y sana,
única en mi conciencia
y parte de la conciencia colectiva,

luchando y quieto,
abierto y cerrado,
todo a un tiempo,
sin miedo a la imposibilidad
de abarcar los extremos
y de unificar la experiencia.

Sin miedo, sí,
pero con miedo
 de perder esta tierra
en la que habitamos.

Miedo a que no sepamos
unificar lo que es complementario:

tu cuerpo y mi cuerpo,
tu cuerpo y mi mente,
mi mente y la mente colectiva,
el que lucha y el que medita,
mi vida y la Vida
 que acoge y habita
este momento y  sus espacios.

Sin miedo a lo que pase,
confiando,
que hay una unificación que no comprendo
hacia la que hay que avanzar
aceptando,
la complementariedad de lo opuesto:
soy yo,
pero solo contigo y con todas,
me completo y me hago plenamente humano.

lunes, 1 de junio de 2020

¿QUÉ HAREMOS?





Llevamos casi dos meses de confinamiento.

Al principio, se hizo el silencio. 
Me asomaba a la ventana, por las mañanas,
a la hora incierta de despertarme, 
y escuchaba a los pájaros.
O escuchaba el balanceo de los árboles 
que hay  en mi calle, cuando los mecía el viento.

O sentía el sencillo y hermoso silencio.

También por las tardes, cuando volvía a la ventana, a tomar el sol, 
disfrutaba de la Gran Calma y de los sonidos de la Tierra.

Salía a la compra de vez en cuando,  
como soy de los afortunados que no ha perdido el trabajo, 
lo hago desde casa, con más pena que gloria,
solo podía salir a la calle para ir a la compra, 
y aún había mucho silencio.
Los pocos coches que por entonces circulaban
eran una perturbación extraña que no se imponía
en el sonido del ambiente.

Luego salimos de paseo, escribo desde ese momento
al que han llamado la “fase cero de la desescalada”.
Ha abierto de nuevo el comercio y hay más gente que compra 
y más personas que trabajan.

Y luego estamos quienes salimos a hacer deporte.

Caminaba y algo extraño había en el entorno. 
Algo irritante, molesto, novedoso.
¿El miedo y el enfado ante la gran batalla
de la lucha de clases, que además estamos perdiendo?
¿Es eso lo que me altera e irrita?
¿La gente que no respeta las medidas
con las que supuestamente nos protegemos?

No.

Era el fin del silencio.
Coches circulando por todas partes, coches corriendo.
Como antes, como siempre ¿O ya lo has olvidado?

Mi cuerpo y todos los cuerpos recordaron,
durante el confinamiento,
que están hechos para los sonidos de la tierra: 
la voz de los pájaros o el aullido de un lobo 
o las olas que rompen
o una brisa que sopla y ondula la hierba.

Lo habíamos olvidado pero ese recuerdo está dentro de cada cuerpo,
como el de caminar y mover los brazos o el de  amar sin remedio.
Lo habíamos olvidado y con el confinamiento, renació ese recuerdo.

Y ahora que lo estamos perdiendo, 
con el regreso de la vorágine de la civilización del consumo
¿nos conformaremos con los ruidos y los humos, aunque creen empleo?



¿O qué haremos?

AVANZA LA DESESCALADA


En la fase uno de la desescalada, las calles están abarrotadas.
Hay gente que camina hacia su trabajo, poca, por desgracia.
Muchas personas están en el paro o en los ERTES o peor aún,
en las largas colas de los bancos de alimentos.
Las demás personas que deambulan por las calles, el resto,
tal vez vayan a la compra,
o a una terraza a tomar una cerveza
o a casa de algún familiar 
o echar un polvo con su pareja,
a la que no ve desde hace más de cincuenta días.

Y luego están los coches ¿por qué hay tantos? 
En Galicia la población está muy dispersa y para muchas de las cosas
que decíamos más arriba, la gente se desplaza en coche.
Vale, lo comprendo. Pero…
¿Es este el futuro que nos prometieron?
¿Quién prometió nada?
Y si algo prometieron es que volveríamos a la senda
del ansiado crecimiento tan rápido como fuera posible.
No se si se cumplirá tal promesa,
pero es más que posible que reventemos en el intento.



La fase dos avanza y con ella, la conciencia de que ya no hay riesgo.
Proliferan como nunca lo hicieron los botellones en espacios naturales
a los que por supuesto, se puede llegar en coche.

Los coches, producto de una industria que languidece a medida que avanza el siglo, 
son otra pandemia, esta amada y consentida,
pues, dicen, nos dan calidad de vida y además, crean empleo.
Desde que dijeron que eran la mejor opción para todos los desplazamientos,
que se va más seguro,
porque en los buses y en los trenes y todos los medios de transporte colectivo,
el virus se expande sin pedir permiso,
desde que eso se dijo, 
la gente va en coche incluso para distancias muy pequeñas.

¿Y en las terrazas?
¿Y en los botellones?
¿Y en esas reuniones en las playas donde se juntan manadas
de supuestos deportistas que no pueden renunciar al exhibicionismo?
ahí ya el virus no parece preocupar tanto.

Las escuelas cerradas...vale, será por algo...
¿Y luego el alumnado se junta como ganado en las terrazas abiertas?
Algo no me encaja, pero me callo, pues no soy un especialista.

Me rindo.
Si alguna vez pensé que de esta cambiaríamos, veo que nos dominan
las facciones más ignorantes del pueblo,
las que se arropan con sus banderas,
con su ego,
con su ignorancia y su deseo de fiesta y borrachera,
de consumo desaforado,
y luego votan a otros idiotas para que griten su ignorancia
en las tribunas más elevadas del estado.

La hemos cagado. Nuestra especie no tiene remedio.

Ojalá no esté en lo cierto y la pesadilla solo sea el producto
de una maquinación de los medios de comunicación
buscando desmovilizar la inteligencia.

Todo es posible.
Pero lo que se ve, huele a mierda.

viernes, 8 de mayo de 2020

MÁS ALLÁ DE DONDE LA ESPERANZA TERMINA.






Nosotros avanzamos
en el más hondo de los sielencios,
esperando a que llegue el momento
de dar el gran salto.

Somos muchas, 
más de lo que parece,
hombres y mujeres,
 avanzando...

Que sabemos  que la fraternidad
aún no está conquistada,
que el miedo y la mordaza
acallan las buenas noticias,

que sabemos que hay muchos
 soldados y periodistas
protegiendo con sus armas
y justificando con sus  firmas
este estado estacionario
de  bombas y de  muerte.

Y hoy, mayo de 2020,
el reto del gran salto se aproxima,
con precipicios abismales
y murallas cuya altura
apabulla nuestra vista.

Avanzamos sin certezas

hacia la luz mortecina.
Avanzamos con la esperanza
de que haya esperanza
allá donde la esperanza se termina.


EL CUENTO DEL LOBO





¿Donde te has ido?
El viejo lobo herido
aullaba a la
joven loba ausente.

El silencio helado
de la noche hiriente
acalló para siempre
el aullido del viejo lobo.

Ahora viaja por el valle,
siempre cerca del río,
sabedor de que 
nunca le faltará el agua
y que podrá cazar 
para seguir vivo.

Conocedor del dulce vacío
que las guerras perdidas le han dejado.
Y de que su tiempo de lucha,
por fin,
se ha terminado.
   


II

La joven loba
ha vuelto al bosque,
desnuda de verde y deseo.

El viejo lobo
se alegra al saberlo,
aunque eche de menos
los juegos ardientes
en aquellas noches brillantes.

Que corra libre, se dice.
Que encuentre nuevos amantes.

El viejo lobo sabe
que habrá un espacio
para el recuerdo,
en el bosque inmenso,
y en las montañas sagradas
 de sus lindes.


III

El viejo lobo dudaba
si volver sobre su rastro
o seguir hacia la nada.

El recuerdo del agua
en el último oasis de su vida
paraliza su viaje
hacia los confines del universo.

Fiel a su centro,
el viejo lobo
retoma el camino,
sabe que está perdido
pero también sabe 
que ya no hay certezas.

El desierto es su casa,
y la sed, su fuerza.


IV

El viejo lobo camina 
entre dunas doradas
que sepultan en sus entrañas
lo que antes fuera un bosque.

Apenas queda agua, 
 comida, casi nada:
solo las carroñas amargas
de las guerras de los humanos.

El viejo lobo se pregunta
qué hace él solo
en un mundo desolado.

Y sigue caminado hacia el norte,
impulsado por un instinto
que no reconoce como suyo.

El viejo lobo ya no espera nada,
en medio de las dunas doradas, 
simplemente sigue caminando.




V



El lobo olfatea
la escena de  guerra.
Su instinto le dice que corra,
su hambre, que vuelva.

Mira a un lado y a otro,
olfatea,
por fin decide marcharse:
que los humanos se maten,
no le interesa.

Cuando vuelve al bosque
no encuentra el camino.
El olor a pino
¿Dónde ha quedado?
¿Dónde hay ciervos
para la caza,
dónde venados?

Ya no hay nada:
lo destruyeron los humanos.

El lobo vuelve a la guerra.
Tal vez pueda
sobrevivir una temporada
con tanta carroña
acumulada en el campo.

Pero el viejo lobo,
horrorizado,
se pregunta si  merece la pena
resistir en un mundo devastado.