martes, 20 de abril de 2021

A la tormenta me entrego

Llegó una jornada

de luz y belleza

sacudiendo de esperanza

el centro de la tormenta.


En la tregua amable

miré el paisaje

de labios y de valles,

de besos y de tierra,


y me despedí de sus luces

y acepté la tormenta.


De nuevo arrecian los vientos 

y resuenan los truenos

y se mueren las cosechas.


Ha pasado el ojo del huracán

con su tregua de paz

y sus esperanzas estrechas.


A la tormenta me entrego,

abierto a los vientos mortales

que amenazan nuestra existencia.

De tu cuerpo y el mío

                                                                    

                                        

De cuerpos celestes

bailando desnudos

la danza sagrada

del placer y de la vida.


De cuerpos en armonía,

dinámicos en la luz libre

de la caricia y el beso.


De cuerpos de deseo,

sin dolor ni pecado,

celebrando exaltados

los rincones besados

 del cuerpo amigo.


De tu cuerpo y el mío.

De la magia de estar vivos

en el misterio insondable

de los recuerdos.


De los recuerdos de carne,

que no se borran aunque los maten

las palabras convencionales

de los tiempos reprimidos.

Empezar donde se terminó

 


Al mismo tiempo que la luz se apaga,

nace una tiniebla que titubea;

hoy es clara, mañana será espesa.


Viejos reproches 

resuenan en la madrugada,

abriendo la puerta del alba 

al remordimiento.


Reproches rugiendo 

con fuerza a la alegría,

intentando recolonizar 

nuestros sueños

y llenar de delirio nuestras vidas.


Todo lo que termina 

empieza de otra manera,

a veces con disparos, 

a veces creciendo

como las nuevas cosechas.


O nacemos de nuevo, o la muerte será eterna.