ELOISA Y MARCELO

ELOISA Y MARCELO

Eloisa y Marcelo tomaban un chocolate con churros en la única chocolatería del pueblo, digo más, en la única de la comarca. Era su merienda de ese día. Marcelo miraba por la ventana, estaba triste, “deprimido”, según él. Había leído en el periódico las noticias del día ¿Qué caía la bolsa? A él que le importaba, si no tenía acciones. Que la prima de riesgo se había disparado de nuevo para la deuda soberana del estado español, a él ¿Qué? Que en Siria se recrudecían los combates, que morían civiles, niños, mujeres…No es que le diera igual, pero le pillaba tan lejos que no era capaz de sentir verdadera compasión. Que había perdido el Barça, eso si que le fastidiaba a Marcelo, pues era un auténtico culé, a pesar de vivir en un pueblo de la serranía de Cuenca. Pero eso no era motivo de depresión.
Marcelo repasó la jornada, tratando de encontrar una causa que justificase su estado de ánimo. Había trabajado normal, había comido bien, había dormido como de costumbre. Nada anormal que explicase su estado depresivo.
Marcelo miraba por la ventana. Caía la tarde. Con la noche incipiente,  el cristal empezó a reflejar el interior de la chocolatería. Su mirada perdida en la ventana rebotó y se encontró con el reflejo de Eloisa. Se fijó en sus pechos, que desbordaban con discreción la blusa, aún con el abotonado bajo que solía llevar en verano. Marcelo sonrió al vació de los cristales, que sin embargo reflejaba el interior inmenso de la blusa de Eloisa. Nadie supo por qué sonreía como un tonto mirando por la ventana, pero a Marcelo se le pasó la depresión. Anhelaba la noche y la cama, eso era todo.
La prima de riesgo disparada, la bolsa cayendo en picado. Unos delincuentes habituales recomendando al gobierno más reformas para salir de la crisis. El gobierno y la oposición enzarzados en debates estériles, solo útiles para despistar a la gente. El Barça fuera de la champions. En África la gente muriendo de hambre. Las revueltas en Grecia. El color negro pintando la luz del futuro. 
Y los pechos de Eloisa, rebosando su escondite, llenando de un futuro alegre la tarde gris de Marcelo...Y la de Elisa.

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