La ausencia que más duele
en estos días inciertos
es la de una esperanza
a la que aferrarse,
que resista los fuertes vientos.
Soledad en la lucidez de una conciencia
que mira con estupor éste tiempo,
y añora la voz de la prudencia
y la luz del conocimiento.
Lejos de los mercados,
porque de ellos nacen las guerras,
lejos de sus miserias,
la soledad arrecia
y se disfraza de desprecio.
Soledad consciente
del desgarro doliente
en la ruta hacia al infierno.
Ojalá se alumbre una nueva era
con una voz más humana y completa:
la de las personas que aman,
la de las personas que piensan.
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