En aquella parcela de viento
en la que sembrábamos silencio,
una mañana,
después del trabajo,
un rayo de deseo inesperado
llenó con su fogonazo
nuestras manos cansadas.
Cosechas de bosque y montañas
sirvieron de refugio a aquellas plantas
que nadie había sembrado,
y cuya existencia nadie ha reconocido.
La nostalgia de lo negado,
de lo no mirado,
de lo que no ha pasado,
de lo que nadie ha dicho.
La nostalgia de los cuerpos
que no se conocen
y que aún ignoran
el rayo de deseo
que aquella mañana de invierno,
por unos instantes,
hechizo sus sentidos.
la negación de lo prohibido,
que tanto une como separa
tus deseos de los míos.
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