Lejos, estoy tan lejos
que apenas intuyes los reflejos
de los paisajes de mi entraña:
el brillo que emana de mis ojos
cuando revivo tu rostro
a la luz de la montaña.
O el brillo de la nostalgia herida
cuando recuerdos no compartidos
se abrazaron en un suspiro,
en el aire lívido de la cima.
El brillo que emana
de los deseos no reconocidos,
los no escritos,
los que no se hablan,
pero que aún así brillan y saltan
y...en la gran distancia,
se difuminan en una palabra amiga
que se esconde y se cobija
en los anhelos permitidos,
los que no hieren lo establecido
ni enturbian las cosas claras.
No me importa la ignorancia
de aquellos brillos,
con el encuentro en el bosque
en la cumbre y en el río,
me basta.
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