Avanzamos en silencio
por caminos llenos de ausencia;
la de las víctimas
que ha dejado entre los campos
este tiempo de pandemia.
Se sentía su vacío
como un miedo ligero
que se espanta con mascarilla,
como una mirada furtiva
a quienes venimos de lejos.
Pedaleamos ligeros,
la soledad de esta tierra es alucinante:
no hay coches, no hay bares,
ni apenas hoteles rurales
con las puertas abiertas.
Al fondo un paisaje ondulado
de robles y encinas
a cuyos pies la crece la hierba,
ya amarilla,
y los cardos esparcidos
por el paisaje
dan un toque de verde y espina.
Avanzando por la carretera
se perfilan al fondo
montañas y colinas,
pero sobre todo la fuerza
de la ausencia,
la dureza de la duda,
y la luz de fondo
de la grandeza de la Vida.