¿Ya no recuerdas
la llamada de mi lengua
a las puertas abiertas
de tus regiones más íntimas?
Abrías para mi
el camino a tus secretos
y yo avanzaba por tu cuerpo
entre tormentas de vida.
Tormentas de luz y de dicha
con explosiones lascivas
que desbordaban de placer
los límites de los sueños.
Aquellas tormentas rojas
de las que huían
los amantes escrupulosos,
y que buscábamos,
ansiosos,
con cada ciclo de la luna.
Tu cama y nuestra cuna,
donde renacimos a la alegría
más pura
de los cuerpos que se desean.
Donde sea que estés,
todo mi ser te anhela.
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