Salió de la iglesia corriendo,
y al llegar a la calle vio un charco
que reflejaba un cielo abierto
a todos los tiempos y a todos los espacios.
Libre y agradecida, exploró el entorno:
el canto lejano de un lobo
o el olor húmedo del barro
la recordaron el camino del bosque
y le infundieron el valor para seguirlo.
En el bosque, de noche,
no se ve nada.
El silencio se condensa,
el miedo se apelmaza.
Ahora ella descansa
arropada por los árboles,
alejada de la iglesia,
en el interior de su casa.
Sin preocuparse por su alma,
ni por su voz perdida
o por su conciencia desgarrada.
Solo vive.
Solo descansa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario