martes, 4 de octubre de 2022

ESE DÍA QUE FUE UNA TARDE.

 



Ese día fue una tarde

y la brisa del mar se colaba

por los ladrillos rotos 

de la pared de la casa.


Hablabas y yo escuchaba

palabras no dichas,

ni siquiera pensadas,

palabras como cuchillas

que no existían, 

pero rajaban.


Rajaban mi hambre,

mi carne recalentada

por la dureza de los datos.

Rajaban mi pecho 

de lobo enamorado

corriendo hacia el sosiego.


Y así pasó aquél día que fue una tarde,

en la que la brisa del mar

cambiaba de lugar

las palabras y los deseos.


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