Hoy que todo lo que nos rodea
parece temblar
y amenaza con desmoronarse
con el fuerte viento,
siento,
sobre todo,
que la mano amante
no me recorre,
que la boca ansiosa
no me besa,
y que no estalla
la belleza
de un suspiro placentero.
Miro al mundo y recuerdo
aquellos besos en la montaña,
los placeres en la noche estrellada
que nos llenaron de tanta vida.
Y esa energía
de los amores resueltos
que cuestionaban con su delirio
un mundo herido
por el sopor de sus excesos.
Los excesos de la patria libre
y del mercado sagrado.
Hoy que todo ha terminado,
añoro con fuerza
aquellas noches intensas
de amores de paz,
a luz amable de las estrellas.
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