Llegó una jornada
de luz y belleza
sacudiendo de esperanza
el centro de la tormenta.
En la tregua amable
miré el paisaje
de labios y de valles,
de besos y de tierra,
y me despedí de sus luces
y acepté la tormenta.
De nuevo arrecian los vientos
y resuenan los truenos
y se mueren las cosechas.
Ha pasado el ojo del huracán
con su tregua de paz
y sus esperanzas estrechas.
A la tormenta me entrego,
abierto a los vientos mortales
que amenazan nuestra existencia.
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