Podía haber llovido la luz sobre esos ojos
que miran al mundo con asombro,
excitando cada poro de esa piel,
revolviendo de placer
hasta la última neurona
de nuestros cuerpos.
Podía haber llegado un viento claro
vistiendo de rubor
cada rama de cada árbol,
y dejando en las ventanas
las sábanas cansadas
de amores descarados.
Lo que podía ser y se fue
ya es luz que brilla
desde un horizonte del pasado.
Pero que siga brillando,
pues ilumina de ternura
cada parcela del mundo.