Pararon las aguas del río su rápido viaje,
y acariciando con ternura las rocas y el bosque,
se arremolinaron, lujuriosas,
junto a nuestros cuerpos.
Acariciaron nuestros recuerdos,
llenaron de frescor nuestras heridas,
multiplicaron el olor de cada abrazo
y el fulgor de cada risa.
Las fronteras entre la historia y la vida
se iluminaron,
tus ojos y tus manos resplandecieron,
y una sinfonía de ternura, bosque y agua,
acompañaron el vuelo
de los sueños que no se sueñan
y de las esperanzas que no se declaran.
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