El río que soñaba
con llegar al mar,
se encontró en su camino
con una presa;
el viento de la sierra,
que azotaba amoroso
las copas de los árboles,
se enredó en el valle
y se encadenó a los riscos,
y quieto y altivo,
guarda silencio.
Un fuego que no quema,
una mirada esquiva,
un río que no avanza
y el viento a la deriva.
Con el otoño volverán las lluvias
y con ellas,
la alegría.
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