I
Cuando era joven y guapo
el mundo me parecía
un lugar maravilloso.
Luego aparecieron
las arrugas en mi rostro,
los claros en el pelo,
y ví los fuegos
que asolan el mundo.
Cuando los músculos elásticos
dieron paso a las estrías,
vi la guerra genocida
y vi los misiles de la ira
de quienes se resisten
a hacerse viejos.
Ahora me miro en el espejo
y veo un mundo en derrumbe
que ya no admite disfraces felices.
Y pienso...
ojalá conmigo
se acabe La Gran Crisis
que puede ser el final de Todo...
Pero no me lo creo,
y lloro.
II
Lloro por mis hijos y mis nietos,
por las gentes de Gaza y Cisjordania,
por los millones de personas que matan
en las guerras del capitalismo.
Lloro por mi rostro envejecido
y mis fuerzas menguantes
para librar un combate
que siento que hemos perdido.
Y me digo
¿Solo nos quedan
el llanto y el desconsuelo?
Miro mi rostro de viejo
cansado y feo,
y...
me resisto a aceptarlo.
Hasta la última muerte,
hay a seguir luchando.
III
Aunque parezca que ya no tiene sentido,
aunque mi cuerpo envejecido
cruja con cada palabra,
aunque la rabia
solo resuene a un metro de distancia,
aunque hayamos perdido.
Viejo, herido y cansado,
hasta el último aliento,
hay que seguir luchando.
IV
Miro mi rostro en el espejo
y veo un mundo que debajo del humo
es maravilloso.
El suave viento que despeina
los cuatro pelos que me quedan
tal vez libere algo.
A mi solo me queda soplar...
Y SOPLO.
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