Caminamos casi a ciegas.
La luz que nos llegaba desde el pasado,
la de las ideas y las experiencias de otras generaciones,
la luz de las religiones,
la de las ideologías,
esa luz, otrora intensa, que nos ayudaba a encontrar los caminos,
y a matar y a morir por la verdad o por el destino,
y que se alimentaba de las certezas reveladas
en algún momento del pasado,
por dioses o sabios que tal vez de verdad lo hayan sido.
(no lo niego...)
Tradición, fidelidad a esos sabios
(apenas recuerdo diosas o sabias
marcando de igual manera el camino de lo indiscutible),
cultura, lectura, la voz de la experiencia...
La luz que a nuestras espaldas
iluminaba el camino que debía conducirnos al mañana,
definitivamente se ha debilitado.
O tal vez con cada paso que hemos dado
se han quedado muy lejos
y ya horizontales, en su etapa crepuscular,
no tienen ni la fuerza ni la claridad
para superar la barrera de nuestros cuerpos,
interpuestos en una línea del tiempo
que en el fondo tal vez ni siquiera existe.
Sin una vista clara del camino,
sin informes ni mapas de la ruta que tenemos que seguir,
sin ver ni oir, sin referencias...
La voz del colectivo, las voces de las personas. La voz de la biosfera.
Las informaciones que nos llegan
de quienes en su búsqueda se han topado con abismos infranqueables
para sus cuerpos y para nuestras ciencias.
Las que nos cuentan que por allí no hay salida aunque lo parezca.
Todas las voces cuentan...
Salvo aquellas que se expresan plenas de sapiencia
y vacías de respeto al mar inmenso de la duda.
Ojalá hubiera una sola voz, una gran referencia,
que iluminase el duro camino que tenemos por delante
¡¡Pero no la hay!!
Y nos insultan quienes desde su prepotencia juzgan y condenan
a las personas que exploran los caminos, en medio de las tinieblas.
Y que llegan y nos cuentan "creo que por allí no hay salida",
y con toda humildad añaden, "al menos yo no la he encontrado."
O bien nos dicen que se ve un camino, pero que no está muy claro...
Esperando a la voz colectiva,
mejor me callo.